Los edificios ruinosos y lúgubres desprendían un olor a humedad y moho. De vez en cuando, serpenteaban serpientes y ratones. Al mirar con atención, se podía ver a una niña tumbada en un rincón.

Todo estaba muy tranquilo.

Wei San estaba cubierta con una manta gastada y sucia. El techo de cemento se estaba desprendiendo y las barras de acero quedaban al descubierto. Siempre tenía la sensación de que se derrumbaría en cualquier momento.

Dida

Una gota de agua residual mezclada con barro le cayó en la cara.

Sin abrir los ojos, Wei San se acurrucó en el rincón más recóndito envuelta en la colcha, esquivó las gotas de agua que caían sobre ella y siguió durmiendo.

A las cuatro de la madrugada, el despertador que había en la esquina sonó de repente y Wei San extendió la mano y lo apagó.

Ka

La pata del despertador se rompió.

Se despertó de golpe, se agarró el desordenado pelo y recogió el despertador y sus patas para mirarlo. No estaba mal, aún se podía arreglar.

Wei San enrolló la manta y la apiló en un rincón un poco más limpio. Luego se dirigió al montón de chatarra más cercano, rebuscó en él hasta encontrar una bolsa grande y salió del edificio abandonado.

Iba a recoger basura.

Hace un mes, Wei San pasó de ser una ingeniera mayor que no tenía que preocuparse por la comida ni la bebida a una huérfana de siete años que comía todo tipo de basura. Cuando se despertó, un ratón enorme estaba agachado junto a su cara y quería morderla.

La niña abandonó este mundo con fiebre alta. Cuando volvió a despertarse, se convirtió en la ingeniera Wei San.

Tiene los recuerdos de la niña en su mente. Cuando era pequeña, la recogió y la crió un anciano mudo que también vivía en el vertedero cercano. No hace mucho, el anciano murió y ella se quedó sola. El lugar donde vivía originalmente fue ocupado por gente del barrio. La niña no tuvo más remedio que buscar refugio en un edificio abandonado que estaba a punto de derrumbarse. Iba todos los días al vertedero en busca de comida, pero el hambre y una fiebre repentina mataron a la niña.

Wei San era ya adulta. Le llevó una noche aceptar la realidad y al día siguiente siguió yendo al vertedero y rebuscando entre la basura para comer.

Si no comía, moriría de hambre.

Este mes, Wei San fabricó un triciclo con la basura y la chatarra que había recogido. Colocó la vieja bolsa grande detrás de ella y volvió en el triciclo haciendo ruido. El vertedero de basura volaba a las 2:00 a. m. Ella iba a las 4:00 a. m. para evitar a los adultos.

Había cientos de personas cerca del vertedero. Todos sobrevivían de la basura. Los adultos rebuscaban primero en la basura. Los niños sin padres solo podían rebuscar al final. De lo contrario, era muy fácil que les robaran las cosas buenas. Les pegaban y les mataban. Tampoco podían rebuscar cuando salía el sol, porque el olor del vertedero era demasiado fuerte y podían tener problemas.

Cuando llegó al vertedero, no había mucha gente. La nueva carga de basura estaba casi completamente rebuscada. Era difícil encontrar algo comestible.

Wei San se calmó y respiró hondo: “Vómito”.

Mierda, se había olvidado de que era un vertedero.

Arrastró la gran bolsa y entró en el vertedero, con cuidado de no caerse. A menudo había gente que se caía accidentalmente. Hace unos días encontró a alguien que se había caído a la basura y finalmente se había asfixiado y muerto.

La mayoría de los metales que se podían reciclar en el mercado también los recogían primero los adultos. Wei San se agachó en la montaña de basura y la revolvió lentamente. Cuando veía algo interesante, lo tiraba a la bolsa. Se olvidó del hambre.

Wei San miró a su alrededor y encontró un tubo de ensayo roto. Había una gota de líquido rosa en el fondo. Lo recogió y lo olió. Sus ojos se iluminaron, ¡era líquido nutritivo!

Nota del traductor y los editores: ¡Nueva novela para el nuevo año! Esperamos que la disfrutéis tanto como nosotros y, como siempre, ¡gracias por vuestro apoyo!

Logísticamente, la novela se publicará los martes, jueves y sábados.