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Historia La Caída Capitulo 14
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Historia Paralela La Caída Capitulo 14: Ser un héroe.

Historia Paralela La Caída Capitulo 14: Ser un héroe.

Por una escalera, un equipo militar estaba subiendo con rifles de asalto en sus manos.

Víctor que estaba en ese equipo, chasqueó su lengua y saltó por la escalera, subiendo utilizando la velocidad y fuerza de un luchador para saltar los pisos.

Llevaban artefactos para ocultar su presencia y él pudo percibir las presencias que buscaba estaban en los departamentos del edificio.

Actualmente, se encontraba en uno de los edificios de Washington D.C., Estados Unidos y su objetivo era un equipo de la Agencia de Seguridad Nacional, que últimamente estaban reuniéndose demasiado tiempo entre ellos.

No era el primer equipo que detenía, pero si aquel cuyo número era mayor y Víctor pensaba que este equipo al igual que los otros equipos que había detenido, tenía planes siniestros.

Ya estaban en febrero del año 2030 y desde que Víctor comenzó a trabajar para Frederick, el número de misiones y batallas que tenía que realizar, había aumentado.

Y esta no era diferente.

Tensando sus músculos, cuando los militares llegaron junto a los otros usuarios de habilidades, Víctor se movió, adentrándose al pasillo y dirigiéndose a donde el grupo con mayores números estaba presente, pateó la puerta.

*Boom*

La puerta voló por el aire, golpeando a una mujer que estaba equipándose una armadura y entonces, uno de los hombres sacó su pistola y disparó.

“UGhh…”

Avanzando sin importarle el picor de las balas, Víctor le dio un puñetazo en el hombro, quebrando todo el cuerpo del hombre y empujándolo en contra la pared, entonces se dio vuelta y esquivó la espada de la mujer.

Dos, tres, seis esquives consecutivos cuando llegó al séptimo, él reforzó su cuerpo con energía mágica, deteniendo la espada y tomándola del cuello, apretó el agarre.

“UGhh…”

La mujer trató de rasguñarlo queriendo escapar de su agarre y aunque duro unos momentos al ser un rango A, cuando Víctor aumentó el agarre con mayor fuerza, pudo quebrarle el cuello.

“No podrás detener…”

Un tercero que estaba por estallar unas bombas de su chaleco, y antes de que pudiera apretar el botón, su brazo fue cortado y cayó al suelo, entonces otro corte de luz dividió la cabeza del hombre.

Víctor que eliminó a los dos restantes, tras terminar el trabajo y darse cuenta de que los otros equipos hicieron lo mismo, observó al espadachín.

Era un hombre de espalda erguida que estaba utilizando una espada y estaba equipado con una armadura ligera.

Lo que destacaba eran los mechones blancos de su cabello y los ojos que brillaban con blancura mientras que la espada estaba rodeada de algún tipo de aura de espada de color blanco, que purificaba.

“El Arcángel de la Guerra, ¿cierto?” Dudó Víctor y dando la mano con sangre en saludo, se corrigió. “Perdón, debe ser el Arcángel Miguel.”

Grandes individuos estaban apareciendo constantemente y algunos eran notables como que el Gigante de Acero que soportó que todo un edificio fuera derribado en su cabeza o Agatha, que todavía no obtenía su propio título.

Al frente de él estaba uno de esos tantos individuos, que estaba resaltando y Víctor lo reconoció, ya que este hombre en particular al igual que Agatha y Antón, tenía una habilidad innata.

“Ese es solo un título. Mi nombre es Archibald Morgan.” Saludó el hombre con una sonrisa sin importarle la sangre, añadió. “Es un gusto conocerte Vladímir, Puño de Hierro.”

Víctor dio una sonrisa ante el hombre que bromeaba con su título, específicamente el título de la identidad que usaba.

No eran solamente los medios quienes ponían los títulos, sino que cualquier persona le gustaba y Víctor durante este tiempo, había obtenido un título como Vladímir.

“Lo mismo digo…”

Antes de que pudiera continuar su conversación con el Arcángel Miguel, se detuvo unos segundos y frunció el ceño al ver la televisión.

El programa de noticiero cambió de repente como si alguien hubiera intervenido en la trasmisión y entonces apareció, una mujer de cabello verde teñido.

Ojos de color verde, llevaba una túnica druídica y a su lado, estaba un gorila junto a un general de las fuerzas estadounidense.

“Los usuarios de habilidades no pueden aguantar más las constantes exigencias del gobierno. Somos nosotros quienes salen a la batalla, enfrentándonos al peligro de lo desconocido y poniendo nuestras vidas en juego.”

Ella estaba usando una voz seria, solemne y era lo suficiente llamativo como para atraer a aquellos que la escuchaban.

“Somos nosotros quienes protegemos esta nación. ¿Y para qué? ¿Para qué unos bastardos sentados en la cima sigan manteniéndose? ¿Por una sociedad que no nos desea y no nos respeta?”

Los usuarios de habilidades eran quienes estaban al frente de la batalla en contra de las apariciones y las grietas que se generaban.

Limpiaban las mazmorras que aparecían y que necesitaban limpieza, a la vez que ponían su vida en riesgo cuando esas grietas traían decenas, si no cientos de criaturas.

En este punto era difícil decir que lo hacían por un pago, cuando las restricciones del gobierno y en algunas naciones el reclutamiento forzoso era un asunto real.

Durante los primeros meses lo aceptaron y se levantaron para proteger a sus seres queridos, amigos, conocidos y su nación.

Una nación cuya sociedad estaba queriendo imponer aún más restricciones por temor.

“Esta nación debe cambiar y si no lo hace por las buenas, tendremos que vernos forzados a obligarla. Por qué nuestras libertades están en juego y hoy más que nunca debemos levantarnos.”

No estaban pidiendo un cambio y tampoco dando un ultimátum, estaba declarando que llevarían un cambio a la fuerza.

“Hemos luchado en grandes guerras, nos hemos enfrentado a ejércitos innumerables, colosales dragones, visitado planos demoniacos y aventurados en donde ningún terranovense ha ido… Somos jugadores y hoy más que nunca es hora de levantar nuestras voces y nuestras armas.” Dijo la mujer y sonriendo con entusiasmo, anunció. “¡Hoy es hora de la libertad!”

La comunicación se cortó y el anfitrión del programa de noticiero, se quedó aturdido por las palabras que acababan de anunciar.

Sin darse cuenta de que ese anuncio era una orden de comienzo.

******

En un restaurante con vista al monumento a Washington, estaba un hombre hablando con la mesera.

“Un almuerzo exquisito. Denle mi alabanza al chef.” Dijo el hombre con una sonrisa llena de tranquilidad.

Estaba alrededor de sus treinta años y estaba bien vestido, lo suficiente como para resaltar su aspecto superior al promedio y destacar la madurez que el hombre aparentaba.

“Gracias.” Respondió la mesera y poniéndose tímida, dudó. “¿De parte de quien sería la alabanza? Si es que puedo saber, claro.”

“Aarón Vincent.” Respondió el hombre y sonriendo al ver que la mujer, lo miraba con cierta atención, añadió. “Pero tú puedes llamarme Aarón.”

“Es un lindo nombre.” Murmuró la mesera con una sonrisa tímida.

“Aunque no tan agradable como la vista que tengo ahora.” Dijo Aarón Vincent y viendo que la mujer se sonrojaba, observó la vista al monumento y más allá a la casa blanca, y comentó. “¿No crees lo mismo?”

La ambigüedad que estaba utilizando llevó a que la mesera se riera suavemente.

“Estoy un poco acostumbrada. Conozco demasiado estos lugares y lo he visto decenas de veces.” Respondió la mesera con calma.

Justo cuando Vincent estaba por responder, observó que por la calle estaban moviéndose tres tanques, con cuatro camiones y cerca de cinco vehículos blindados.

¿Algún evento importante? Vincent era un turista de este país y desconocía para qué se necesitaba tantos vehículos y más tres tanques.

“Deben estar encargándose de alguna grieta.” Dijo la mesera con una sonrisa para calmarlo.

“¿Es así?” Dudó Vincent y volviendo su mirada a esa mujer guapa, añadió. “Conoces bastante. ¿Trabajas como guía en tus tiempos libres? Estaría necesitando una guapa y conocedora guía turística.”

Y una buena compañía para su corta vacaciones… Sonriendo con cierta tranquilidad, la mujer observó sus alrededores y se acercó.

“Como ha sido tan encantador, puedo ser su guía luego de terminar mi turno.” Dijo la mujer y con una sonrisa coqueta, precisó. “El pago es una excelente cita. ¿Qué le parece?”

“Es una…”

*BOOOM*

Antes de que pudiera terminar sus palabras, un retumbe de una explosión vino de repente y luego se escucharon ruidos de disparos, provenientes en dirección de la casa blanca.

¿Otro ataque terrorista? Vincent se levantó de inmediato.

“Vuelve a dentro y ocúltate en un lugar seguro.” Ordenó Vincent con seriedad.

Tal vez porque era muy temprano o el restaurante Apicius era poco conocido, pero no había tantas personas siendo atendidas hoy.

*Boom*

Escuchando otra explosión y viendo como los pocos turistas del restaurante se ocultaban y en la calle muchos estaban corriendo, Vincent vio a un equipo militar siendo perseguido por otros militares.

¿Qué demonios estaba ocurriendo? Sin ninguna duda, Vincent cubrió su rostro con un hechizo de magia de viento para evitar que alguien lo reconociera y flotó en el aire, revelando su aura de rango A.

Acercándose en un vuelo que dejaría boca abierta a cualquiera, cuando se acercó los militares que estaba siguiendo a los otros, le dispararon con sus armas.

“Deténganse. Vengo a ayudar.” Anunció Vincent distorsionando su voz y liberando presión suficiente para asustar.

“¡Cuidado! ¡No son militares! ¡Son traidores!” Gritó el jefe militar que estaba huyendo.

En respuesta, los militares apuntaron sus armas y le dispararon, pero Vincent estaba preparado y su hechizo de aire, retuvo las balas.

Seguía perdido por la situación y que esos supuestos militares no hablaran, queriendo asesinarlo, dejó en claro que eran enemigos.

Justo cuando estaba por lanzar su hechizo, él sintió un intenso peligro y…

*Boom*

El cañón de unos de los tanques que provenía de la casa blanca disparó y con una respiración tensa, Vincent lanzó su hechizo justo a tiempo.

“…”

El sudor cayó por su rostro al observar la bala de cañón que retuvo con su magia de aire, controlándolo para que no estallara y prácticamente reduciendo su velocidad.

Dudando de si disparar la bala del cañón o detener el tanque antes de que le disparara, Vincent se decidió por la segunda y con un rápido hechizo de aire, levantó el tanque lo suficiente como para que disparara hacia arriba.

*Boom*

Justo en dirección al monumento y Vincent que estaba tenso ante la idea de arruinar un monumento histórico, respiró aliviado al darse cuenta de que no hubo tanto daño.

Los militares que defendió se habían movido, disparándole a los militares que lo atacaban y aunque el ruido de la batalla cerca de la casa blanca continuaba, al menos en este lugar hubo cierta tranquilidad.

“Al parecer vienen refuerzos.” Dijo uno de los militares cuando jets de combate se acercaban volando desde la distancia.

Vincent que observaba como volaban en una formación de cuña, tuvo un mal presentimiento cuando uno de los jets de combate de un costado, disminuyó la velocidad lo suficiente como para que los otros lo sobrepasaran.

“¿Qué está sucediendo?” Cuestionó un soldado.

La respuesta no vino de nadie más que del piloto, que disparó varios misiles a los dos jets de combates y a la vez utilizó la metralleta, para golpear el ala de uno.

Un golpe lo suficiente como para que el misil lo golpeara y si bien no explotó en el acto, voló hacia su dirección y Vincent observó cómo se estrelló con el monumento, derrumbándolo a la mitad.

Dejando a Vincent totalmente incrédulo por lo que sucedía.

******

En una plaza de Londres, Agatha estaba mirando a su hija saltar por el lugar, jugando con una rama que había obtenido de alguna parte.

“A que estás jugando, ¿cariño?” Preguntó Agatha al acercarse.

“Estoy luchando contra villanos.” Respondió la pequeña y sonriendo balanceando la rama, murmuró. “Como papa.”

Antón cuando le decía que iba a trabajar, mencionaba que iba a detener villanos y en cierto sentido, lo hacía.

Villanos peores que monstruos que corrompidos por el ‘Caos’.

“¿A dónde está, papa?” Preguntó la pequeña inclinando la cabeza.

“Esa es una buena pregunta, cariño.” Respondió Agatha y sonriendo mientras daba su mano, dudó. “¿Quieres que vayamos a buscarlo?”

La pequeña asintió tomando su mano.

Agatha con una sonrisa, se dirigió a donde supuestamente su esposo iba a estar comprando alguna bebida.

Decidieron que hoy sería un agradable día para salir en familia y eso hicieron y entre múltiples lugares que podían elegir, Londres era una de las ciudades más seguras.

La Princesa Margaret que despertó como un usuario de habilidad, estaba involucrándose en la política y estaba extendiendo su influencia, hasta el punto de que ayudó a la fundación de un gremio.

La Guardia Real era quien estaba manteniendo la seguridad de estas tierras y esta ciudad, con un esfuerzo y dedicación sin igual.

Había más influencias y movimientos que se ocultaban a los ojos del público, pero para Agatha esta ciudad era una de las mejores para vivir, sabiendo que sería seguro.

Dirigiéndose a la tienda a la que fue su esposo, pudo ver una multitud afuera de la tienda y entre ellos estaba su esposo, que, al salir, no pudo ocultar la seriedad en su expresión.

“Hubo un intento de golpe de estado en Estados Unidos. Atacaron la Casa Blanca y al presidente.” Susurró Antón cerca de su oído y luego tras unos segundos, añadió. “Parte del ejército no responde las órdenes y otros se han opuesto directamente. Algunos hablan de una guerra civil.”

Guerra civil.

Un asunto que, en este punto de la historia, no era tan sorprendente, sin embargo, las consecuencias eran inimaginables.

Los usuarios de habilidades, lunáticos y todos aquellos que deseaban quitarse todas sus restricciones, lo harían.

Antón estaba murmurando para no delatar su preocupación a Aurora y a la vez, la mirada que daba demostraba que deseaba intervenir y la vez se contuvo.

Tal vez porque ella había ordenado que la iglesia no interviniera y lo hizo, no solo porque no estaba interesada, sino que la iglesia no tenía la fuerza para involucrarse en estos asuntos y salir indemne.

Si esa organización deseaba obtener fuerza para convertirse en un pilar que sostuviera este mundo, necesitaba crecer y no lo haría si se involucraba en conflictos de terceros.

Sin embargo…

“La iglesia no intervendrá y solo ayudará si es necesario, Antón. Ya lo he decidido.” Dijo Agatha y viendo que su esposa daba una ligera sonrisa de que entendía, añadió. “Pero eso no significa que yo pueda detenerte a ti.”

Sus palabras sorprendieron a su esposo.

Un asunto era la iglesia, como organización que no debía verse involucrada directamente en el conflicto político de esa nación y otro era una persona que deseaba ayudar a quienes lo necesitaban.

No se trataba de no enojar a cualquiera de los bandos y aquellos que pujaban sus intereses en esa nación, se trataba de que era incapaz de involucrarse en un evento masivo y salir sin consecuencias.

Al menos por ahora.

No obstante, ella no podía detener que su esposo y ese hombre si lo deseaba podía moverse personalmente, como alguien que no estaba involucrado con la iglesia.

“Ve, cariño. Solo recuerda, cuidarte y llamarme si necesitas algo.” Dijo Agatha dando una sonrisa que llevaba su cariño y su suspiro de que era inevitable.

Ella no tenía interés en ayudar y rescatar a aquellos que lo necesitaban o luchar por algún ideal, pero no iba a detener que su esposo lo hiciera.

Tenía la fuerza y ahora mientras no se arriesgará, podía luchar por lo que deseaba y quería.

“Te amo. ¿Lo sabías?” Cuestionó Antón y sin esperar que respondiera, le dio un beso apasionado y añadió. “Eres lo mejor que le ha pasado a mi vida.”

“¡Papa!” Exclamó Aurora haciendo un puchero, al escuchar esas palabras.

“Oh, lo siento. Nuestra familia es lo mejor que me ha pasado.” Dijo Antón riéndose y abrazando a su hija, añadió. “Me tengo que ir. Perdóname por no estar contigo.”

En respuesta, vino un abrazo de Aurora, quien sonrió alegremente y lo despidió deseándole suerte, sin preguntar que iba a hacer.

Entonces, Antón se movió por su cuenta, alejándose a la distancia y Agatha suspiró.

“¿Qué ira a hacer, padre?” Preguntó Aurora con curiosidad.

Ella lo apoyó sin saber que era lo que iba a hacer ese hombre… Agatha sonrió ante su adorable hija.

“Ser un héroe.” Murmuró Agatha, sonriendo al pensar en su esposo.

Por más que no compartiera sus valores, no iba a negar que esa clase de hombre que se preocupaba por otros, era de quien ella se enamoró.


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Historia La Caída Capitulo 15
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Historia Paralela La Caída Capitulo 15: Lucius Aufidius.

Historia Paralela La Caída Capitulo 15: Lucius Aufidius.

En una sala de juicio en Francia, Agatha subió al estrado observando a los presentes.

Se estaba llevando a cabo un juicio en contra de la Empresa Cosmos, que estaba surgiendo y que estaba acaparando todos los mercados, con una compra extensa de múltiples empresas que iban a la bancarrota.

El último mercado al cual se adentraron fue al mercado farmacéutico, en el cual diseñaron e introdujeron medicinas, que fueron llamadas milagrosas.

En este mundo moderno se podía aplicar magia para curar enfermedades que antes eran incurables, sin embargo, la Empresa Cosmos lo llevaron a otro extremo.

Medicamentos que curaban con una sola dosis, las enfermedades más pequeñas estaban siendo borradas y tratadas con una eficacia que era abrumadora.

Mientras algunos gigantes farmacéuticos introducían ‘curas’ prolongadas y cuyos gastos eran astronómicos por la duración, la Empresa Cosmos fue simple, eficaz y algunos dirían estúpido.

Ellos crearon curas de un solo paso sin percances ni efectos secundarios, llevando a que el valioso mercado farmacéutico entrara en una crisis sin precedente.

Se presumía que múltiples empresas farmacéuticas y sus laboratorios entrarían en bancarrota durante los próximos meses por las pérdidas y ellos fueron quienes empujaron este juicio.

Llevando a que otras mega-empresas industriales desde lo tecnológico, médico, informático y decenas de otros campos, empezaran a unirse en contra esta nueva empresa.

Tenían un objetivo y era conocer la mente maestra detrás de toda esta investigación futurista.

Involucrándola a ella como parte de la Iglesia del Tiempo y el Espacio, ya que recibían donaciones de esa empresa.

“Por favor dígame que es lo que piensa sobre…”

Las preguntas del abogado empezaron a llegar y Agatha respondió todo metódicamente, con una expresión de aburrimiento.

La Empresa Cosmos estaba creciendo bajo el liderazgo de los gemelos Trenus y aunque destacaba la habilidad para crecer, había un grave problema a la hora de introducir nuevas tecnologías.

No estaban siendo para nada amistosos con otras empresas, lo que significó que dejaron en bancarrotas a muchos.

La razón por la cual no estaba obteniendo tan mala reputación era porque la tecnología que brindaba al público y a los gobiernos estaba siendo de mucha utilidad en estos tiempos turbulentos.

Y mayor que todo, era que compraban todo aquello que pisoteaban y arruinaban, en muchos casos re-contratando a los antiguos empleados.

“El dueño de la Empresa Cosmos pasó de ser un desconocido don nadie a ser uno de los hombres más rico del mundo en el transcurso de dos años.” Dijo el abogado y observándola, preguntó. “¿Cuál cree que es la causa? Responda honestamente.”

Estaba tratando de dirigir la conversación al dueño, que hasta ahora ni siquiera había aparecido a los ojos del público.

Había teorías de que él era un títere que ocultaba al verdadero dueño detrás de la empresa y otros hablaban de tratos demoniacos o diabólicos que lo llevaron a obtener todo lo que deseaba.

La causa que llevó a ese hombre a estas alturas era…

“Falta de interés, emoción y empatía. Y por sobre todo una mente brillante.” Dijo Agatha y con calma, añadió. “Él no es la mente brillante.”

Falta de interés, porque si estuviera interesado en la compañía podrían llevar a que se introdujera lentamente la tecnología o se cooperara con otras empresas, ralentizando el desarrollo y los beneficios.

Era lo mismo con la falta de emociones y empatía… De los millones que dejó sin trabajo era poco probable que pudiera contratar a todos y más cuando el mundo estaba en una crisis tan grande como la actual.

Estados Unidos estaba en un tipo de guerra civil y en Europa estaban políticos levantándose con alguna clase de ideología de superioridad a favor de los usuarios de habilidades, queriendo que no sucediera lo mismo que al país norteamericano.

Las naciones estaban tambaleándose y con decir que habían sucedido varios golpes de estado en el continente africano y asiático, era suficiente para dejar en claro lo caótico que se estaba convirtiendo este mundo.

Sin embargo…

“Es lo que necesitamos hoy en la actualidad.” Dijo Agatha y al recibir miradas sorprendidas, añadió. “El mundo necesitaba avanzar y adaptarse a la nueva realidad que se nos ha presentado.”

Sin decir más bajó del estrado molesta por estar en este lugar.

¿De qué servían las emociones y la empatía cuando literalmente el mundo se estaba viniendo abajo?

Y lo gracioso era que no estaba cayendo por culpa del ‘Caos’ y las energías que se filtraban del vacío, sino que intereses de humanos, que buscaban generar conflictos.

Una guerra de usuarios de habilidades en Estados Unidos o aquí, en donde los intereses de grandes compañías estaban en juego.

La falta de emoción y empatía llevó a que la Empresa Cosmos creciera hasta este punto, aunque la base era el genio que tenían.

Dirigiéndose a la parte posterior, Agatha en vez de retirarse, se quedó cuando Elerius Trenus le hizo una señal.

El juicio siguió y ella se ocultó con magia de ilusión, dándose cuenta de nadie la observaba.

“Mi joven maestro se disculpa por haberla involucrado. No esperaba que todo llegara a este punto cuando él deseó ayudar.” Dijo Elerius inclinándose con sutilidad.

¿Él deseó de ayudar? ¿Trataba de ayudar al distribuir esas medicinas milagrosas?

En cierto sentido, se podía decir que así lo era, ya que las enfermedades del pasado necesitaban quedarse atrás, para hacer frente a los nuevos fenómenos.

Agatha no estaba muy involucrada en el círculo médico, pero como alguien que estudiaba magia de curación, conocía que varias enfermedades mágicas estaban apareciendo.

Lo tecnológico era una fortaleza humana que necesitaba estar a la altura y si no fuera por la Empresa Cosmos, se hubiera quedado atrasado.

¿Había perdidas y sufrimiento en el proceso de avance? Por supuesto, como en toda revolución y aunque fuera cruel, era necesario.

Aun así…

“Si lo que desea es ayudar, no lo está haciendo muy bien. Cada paso que da crea más problemas.” Respondió Agatha con solemnidad.

Había múltiples maneras de ayudar y no verse envuelto en este tipo de situaciones.

“Estamos haciendo lo mejor para evitar las consecuencias.” Respondió Elerius en una calma digna de un hombre de negocios.

La Empresa Cosmos no necesitaba comprar otras empresas en bancarrota y re-contratar a sus trabajadores, pero lo hizo y al hacerlo, mejoraron su imagen.

Otra razón era los investigadores de algunos laboratorios que eran muy capaces y que ellos buscaban enseñarle los conocimientos de la empresa, para de esa forma llevar a cabo nuevos proyectos.

La empresa estaba revolucionando varios campos de conocimiento al mismo tiempo y era complicado, mantenerse al día con todos ellos.

—Oh, mira parece incómodo. Has sido dura, Agatha. —Regañó una voz infantil de repente.

La expresión de Agatha tembló por unos segundos.

“Trataremos de hacer lo mejor. Lamentablemente, este no es el único asunto legal que se nos ha interpuesto en nuestro camino. Varias naciones en el continente asiático y americano se han puesto en nuestra contra.” Dijo Elerius con cierta seriedad y suspiró.

Algunos avances necesitaban pasar por diferentes organismos que comprobaban aspectos como la calidad o en el caso de los medicamentos, necesitaba una aprobación de expertos de ese organismo.

Organismo que estaba bajo los intereses generalmente de terceros o siguiendo ideologías políticas, lo que retrasaba o impedía que los proyectos avanzaran.

“¿Por qué no construyen una ciudad para deshacerse de esos impedimentos?”

Una voz resonó cerca de ellos y Elerius sin cambiar de expresión, dio una mirada pensante y…

“Trasmitiré esa idea al joven maestro.” Dijo Elerius inclinándose antes de disculparse para retirarse.

Agatha que quedó sola dio un suspiro.

“¿Qué? Si te decía que lo mencionaras, no lo harías.” Murmuró Jezabel en su oído y entonces riéndose, añadió. “No importa, no es como si dijera algo.”

Conociendo a esa pequeña, Agatha suponía que era probable que hiciera parecer como si esa idea nunca hubiera venido de una voz que apareció de la nada.

La idea, aunque sonaba descabellada resultaba bastante útil y más cuando la Empresa Cosmos estaba tan restringida y como si fuera poco, la iglesia necesitaba estar en un lugar en donde no pudieran restringirlos.

Una ciudad controlada por una empresa podría ser útil para deshacerse de algunos asuntos legales problemáticos tanto para esa empresa, como para la iglesia.

“No te olvides de que es interesante jugar a la construcción de ciudades.” Murmuró Jezabel y con una voz emocionada, exclamó. “¡Construyamos la nuestra! Tiene que ser grande y magnifica. Levantaremos una porción de tierra y haremos que flote. ¡Será del tamaño de Francia!”

Sonaba como una idea que se le ocurrió de repente y el problema era que la voz llevaba un entusiasmo único, lo suficiente como para creer que lo haría.

“Te aburrirás a los días y lo dejarás volando en medio de la nada sin hacer nada.” Respondió Agatha e ignorando los lamentos de la pequeña, observó el estrado en donde estaba por subir la siguiente persona.

El objetivo de este juicio no era solo detener la expansión agresiva y salvaje de la Empresa Cosmos, sino que descubrir a la persona que estaba detrás de todo.

Mientras que el dueño parecía un tipo con suerte, que dio el financiamiento necesario para que todo fuera llevado a cabo y que contrató las personas correctas, el investigador era otro asunto.

Y lo que buscaban era conocerlo y mayor que todo, ver si era posible ‘robarlo’

Ese mismo científico entró llevando una túnica de investigador y observando lo que parecía una pantalla holográfica que era proyectada desde un reloj en su muñequera.

Los murmullos aparecieron al darse cuenta de la tecnología que ni siquiera había aparecido y ese hombre que rondaba sus veinte y tantos, caminó al estrado frunciendo el ceño.

Tenía ojeras y estaba perdido en su propio mundo, lo suficiente como para ser llamativo, pero luego de enviar unos datos, levantó la cabeza para observar a los presentes.

Una mirada indiferente, que lentamente se llenó de desprecio y…

“Patéticos y estúpidos ignorantes. Molestándome en mitad de mi próxima investigación. Lo único que causan sus insignificantes vidas es molestia.” Dijo el hombre con una expresión de desagrado y observó los abogados y luego al juez y anunció. “Si, les hablo a todos ustedes. Quienes se interponen en el avance del mundo.”

Fue directo provocando que nadie supiera cómo reaccionar y por las expresiones molestas de algunos, estuvo claro que no se lo tomaron bien.

Aunque era normal que no se tomaran bien que los despreciaran en sus caras.

“Estamos en medio de un juicio. Cada palabra quedará en el registro con su nombre en él.” Dijo el juez en un tono amenazante y…

“Excelente. Enfatiza ‘patéticos y estúpidos’, si quieres agrega ‘simios’ a la mezcla. Y cita que lo puso Lucius Aufidius, Sabio del Dios de la Tecnología y ante ustedes, soy un Dios delante de trogloditas.” Dijo Lucius dando una sonrisa llena de desprecio y superioridad.

El abogado que estaba llevando a cabo las preguntas, se quedó aturdido y tras unos segundos se recuperó.

“¿Usted acaba de mencionar que es un Sabio del Dios de la Tecnología?” Preguntó el abogado y conteniendo su molestia ante el asentimiento indiferente, cuestionó. “¿Si el conocimiento se lo entrega un Dios, no cree que es su deber compartirlo con el mundo?”

Un Sabio de algún dios.

Recibían conocimiento de ese dios y la idea general era que fue dado para ayudar a la humanidad.

La respuesta fue…

“¿Lo dices de verdad?” Preguntó Lucius y cuando el abogado, asintió se rio a carcajadas.

No fue una risa ligera, sino que a carcajadas golpeando el estrado mientras se recostaba en la silla y luego se limpió los ojos y siguió riéndose, como si hubiera escuchado lo más divertido de su vida.

Esta escena le hizo acordar a las ‘Santas’ de algunas iglesias en Terra nova, que literalmente eran usadas para ayudar siguiendo la imagen de su dios.

Por lo general, esas personas quedaban obligadas ayudar cuando algunos mencionaban su título y al dios, deseando no empañar la imagen de su iglesia.

Y la idea era más fuerte en las iglesias que mantenían una imagen solemne y estricta sobre su dios.

“Es un deber moral. La humanidad se encuentra en peligro sin precedente, monopolizar el conocimiento debe ser castigado y repudiado.” Dijo el abogado con una voz llena de molestia y con la misma seriedad, anunció. “La ayuda de un Benevolente Dios no debe pertenecer a una sola empresa ni individuo.”

Los beneficios no debían recibirlo solo ellos, sino que debían compartirlo… Para Agatha tal era la idea que buscaba expresar con su rebuscada respuesta y resultaba divertido incluso para ella.

“¿Conoces al Dios de la Tecnología? ¿Sabes su carácter como para llamarlo benevolente? ¿O al menos has hablado con él como para saber lo que desea?” Preguntó Lucius con una expresión seria y sin esperar, que respondiera, añadió. “Déjame lo llamaré por ti.”

¿Quién era el Dios de la Tecnología? Si no lo mencionaba Lucius era probable que nadie lo conociera y menos, cuando literalmente había demasiados dioses en los incontables universos presentes en la existencia.

Y aquí un abogado al azar, lo estaba utilizando como un medio para conseguir lo que deseaba.

El asunto era que los Dioses existían y a diferencia de antes del Gran Cataclismo podían comunicarse con ellos y algunos no eran tan misteriosos o le gustaba guardar imágenes.

Agatha supo que este dios era de este tipo y lo supo, cuando una presión mayor cayó al lugar y…

“Si vuelves a hablar a quién debe pertenecer el conocimiento que comparto, te arrancaré órgano por órgano para averiguar si los terrícolas son tan ignorantes como tú.” 

Una voz cayó sobre lugar, desmayando a la mitad de los presentes, poniendo de rodillas a la otra mitad y presionando a todos mientras la misma sala cambiaba.

La pared de piedra se convirtió en una pared metálica con cables futurista, el estrado en donde estaba Lucius y ahora estaba el Dios de la Tecnología, se convirtieron en datos y ese ‘Sabio’, sonreía de manera despectiva y divertida.

Mientras sus ojos brillaban con un esplendor que demostraba un poderío aterrador, que se apagó por completo, sin dejar la sonrisa de lado.

“Palabras tan entusiastas como siempre, ¿no lo creen?” Dudó Lucius y riéndose divertido al escuchar el llanto de los presentes, añadió. “Ahora si me disculpan, debo terminar mi investigación. El cáncer no se cura solo y este mundo no se va a desarrollar sin mi presencia.”

Junto a esas palabras se fue, dejando a los hermanos Trenus sin saber cómo reaccionar ante su excéntrico Sabio… Uno que acababa de demostrar una conexión mayor de lo que cualquier podría imaginar y hasta el punto de que la posesión era posible.

Los únicos que quedaron en este lugar indemne fue el juez, que estaba con los ojos abiertos y aquellos asistentes que vinieron de la Empresa Cosmos.

Agatha que también fue una de esas personas que no sintió la verdadera presión, contuvo su expresión temblorosa.

—Me gusta como los terrícolas creen que los Dioses tratan de ayudar a los humanos. Sin darse cuenta, de que a los únicos que desean agradar es a Aión y en menor medida a mí. —Dijo Jezabel en su mente y riéndose divertida, comentó. —Es como llevarle juguetes a la mascota de un conocido, queriendo caerle bien al dueño.

En esa analogía la humanidad era la mascota de los Primordiales y el mayor de ellos, cuya atención estuvo en la tierra desde Terra nova, era Aión.

Nada sorprendente para Agatha.

Al menos que los dioses quisieran algo de los terrícolas no actuarían tan abiertamente como lo acababa de hacer el Dios de la Tecnología.

—Son como mascotas bebes. A veces si le das un juguete peligroso pueden terminar matándose entre ellos.

Agatha que abandonó la sala, escuchó la voz entretenida de Jezabel en su mente junto a miles de imágenes del evento que estaba poniendo en vilo al mundo entero.

Batallas en medio de las calles, escuadrones militares enfrentándose entre ellos, usuarios de habilidades asaltando diferentes lugares, lunáticos, supremacistas de todo tipo y hasta ciudadanos, que se armaron para detener a los lunáticos… Todo estaba sucediendo en una nación, que estaba en llamas.

En medio de ese lugar Agatha observó a su esposo, deteniendo ataques a edificios de inocentes, ayudando en la retirada y a veces furioso por los crímenes, destruyendo todo a su paso.

Era una máquina, un Gigante de Acero que soportó los cañonazos de tanques y misiles de algunos helicópteros.

Desde el asalto a la Casa Blanca por parte de un grupo de elite, que fue repelido, la situación se mostró por completo y se evidenció la división de esa nación.

Algunos militares renegaban órdenes, no deseaban intervenir e incluso se opusieron directamente y aprovechándose de tal evento, lunáticos, jugadores, y sectarios actuaron convirtiendo la complicada situación en un pandemonio.

Robos de banco, asaltos, asesinatos y decenas de otros crímenes sucedían y las autoridades estaban colmadas de casos y aterrorizadas para hacerles frente.

Sin embargo, la sociedad no estaba de manos atadas y muchos héroes se levantaron para hacerle frente a los villanos de turno.

Usaban máscaras como ella o su esposo, ocultando sus apariencias, sin deseos de sufrir las posibles represalias y ellos eran una de las razones por la cual, esa nación no se quebraba a pedazos.

Y la otra era…

—Antes de que ellos obtengan ayuda. Necesitan estar en una situación difícil y precaria. No podré conseguir bombas nucleares si los ayudo prematuramente.

La voz infantil que probablemente conocía lo que sucedía en ese país y quienes estaban llevando a cabo todo este plan, sonó en sus oídos.

Era una observadora, una espectadora que disfrutaba de la situación y esperaba el mejor momento para obtener beneficios.

Aunque ese momento llevara a que cientos de miles murieran y lo que más lograba desconcertar eran sus razones.

Razones que no tenían sentido.

—Por favor, Agatha. ¿Cómo que no tienen sentido? ¿No me digas que no quieres ver cómo se siente recibir una bomba nuclear? ¿No tienes curiosidad por averiguar si un mago es más fuerte que un arma tecnológica? —Cuestionó Jezabel y al no obtener la respuesta que buscaba, murmuró. — Karzhal le hubiera encantado acompañarme.

La pérdida de su amado, la estaba aburriendo y ese aburrimiento para alguien como ese diablo era peligroso.

Lo suficiente como para querer obtener bombas nucleares… Agatha la ignoró.

No era capaz de comprender el proceso de pensamiento de esa ‘pequeña’ y era probable que nunca lo entendiera y solamente confió en que actuaría al momento correcto.

Esta llamada ‘guerra civil’ era un enfrentamiento de múltiples causas y algunas más conocidas que otras, sin embargo, si los jugadores que estaban en el medio causaban la caída del gobierno estadounidense, iba a ser un desastre.

Como la primera ficha de un dominó bien preparado, otros comenzarían a caer en cadena, uno tras de otro, probablemente llevando a un mundo anárquico.

—Si es que no post-apocalíptico. Sería interesante de ver. —Dijo Jezabel y cuando Agatha asintió ante esa posibilidad, añadió. —No te preocupes. Quiero ver a Aurora ir a una escuela decente, llevando un lindo uniforme y haciendo amigos inseparables.

Si cada uno de sus comentarios anteriores sonaba como diversión momentánea de alguien que probablemente no estaba bien de la cabeza, para Agatha estas fueron las únicas palabras que sonaron sinceras.

—Eres cruel, pero justa.

Escuchando ese comentario final, Agatha se rio y justo cuando estaba por moverse con magia espacial, recibió una llamada en su teléfono.

“¿Necesitas algo, Frederick?” Preguntó Agatha con una voz seria.

Su tono sonaba serio y directo, atendiendo como aquella a cargo de la iglesia, al menos de las mayores decisiones.

Y Agatha estaba a cargo, ya que ella fue enviada por el mismo ‘Dios’ a diferencia del Sumo Pontífice, que se comunicaba con esa existencia.

“Esto no tiene que ver con la iglesia.” Dijo Frederick y luego de unos segundos, murmuró. “¿Puedes hacerme un favor? Mi familia… Ellos… ¿Podrías ayudarlos? ¿Sacarlos del país y resguardarlos? Por favor.”

Un pedido que ante los oídos de Agatha sonaba desesperado.

¿Tan mal estaba la situación? Agatha no preguntó, no quería saber.

Ella podía pedirle a su nuera que detuviera todo, que cambiara el mundo o que lo pusiera bajo su control y el diablo cumpliría para divertirse.

Solo Agatha podría comprender el poder ilimitado que estaba a su disposición y ella no lo deseaba.

No iba a convertirse en la guardiana de este mundo y no iba a resguardar todas las naciones o protegerlas bajo su dominio.

La Iglesia tampoco debía convertirse en esa clase de organización y menos cuando, aquellos que lo apoyaban, podrían abandonarlos de repente.

Por eso ayudar de manera directa estaba fuera de su jurisdicción, no obstante…

“Me encargaré. Me aseguraré que tu familia esté sano y a salvo.” Respondió Agatha en calma.

Recordaba a esa niña y esa mujer que perdió a su hija y ayudarlas fue lo único que ella pudo hacer… Que quería hacer.

“Gracias.” Respondió Frederick antes de cortar la llamada.

******

En una silenciosa oficina Frederick Crawford dejó su teléfono y se quedó en silencio en ese lugar por unos minutos.

Entonces la oficina se abrió de repente y un hombre entró revelando el ruido que venía desde afuera.

“Los refuerzos no van a venir, Frederick. Estamos rodeados.” Dijo Vladímir o como él lo conocía Víctor y ese hombre, añadió. “Quien está al mando de la base militar más cercana nos ha abandonado.”

El Pentágono la Sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos estaba siendo atacado y estaba rodeada sin refuerzos.

Como quienes movían los hilos no pudieron atrapar al Presidente o eliminarlo, fueron a por este lugar, buscando eliminar la última resistencia que mantenía en pie esta nación.

Este lugar era el centro en donde se seguía movilizando las fuerzas leales y ahora estaba rodeado.

“Mayormente, son jugadores y…”

“Está bien.” Respondió Frederick y tirándole un dispositivo de almacenamiento portátil, explicó. “Son los registros y los historiales de las nuevas identidades que querías.”

Víctor y Karzhal trabajaron para él, pero nunca de amistad y siempre por un pago.

Fue él quien eliminó todo rastro de Karzhal, su verdadero nombre, sus relaciones y prácticamente todo mientras que ese mismo hombre, también se encargó de eliminar los demás rastros físicos o mentales.

Ocultando sus verdaderos padres en el proceso.

Víctor vino a trabajar porque necesitaba nuevas identidades y Frederick cumplió sus palabras, pero ahora ya era tarde.

El Pentágono caería… Frederick no necesitaba mirar por las cámaras para darse cuenta de que eso sucedería.

Era una necesidad, un hecho en la historia y un sacrificio.

¿Qué harías para conseguir aquello que más deseas?

“Puedes retirarte cuando tengas la oportunidad.” Dijo Frederick y ajustándose su corbata al salir de la oficina, vio a sus soldados de elite y anunció. “¡Esta nación sobrevivirá y en el futuro, recordarán nuestro nombre como leales soldados!”

Los soldados saludaron de forma militar, rebosante de energía y tenacidad, aunque sabían que lo que estaba por venir no iba a ser fácil.

Y Frederick apretó sus puños, esperando que Agatha cumpliera con sus palabras.

Mientras su familia y su nación estuviera a salvo, él podría morir sin arrepentimiento.


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